FUENTE: Juan Antonio López Padilla
Ocupación argárica (II milenio a.C.)
Por lo que respecta a la ocupación prehistórica, la excavación en la zona más próxima a la vertiente meridional del cerro ha permitido el registro de varias unidades habitacionales, con sus respectivos pavimentos. El lamentable estado de conservación del paquete sedimentario de la cima, afectado por la construcción del asentamiento altomedieval y por remociones y excavaciones –la mayoría realizadas durante los años ochenta del siglo pasado- de las que no ha quedado constancia documental alguna, limitan hoy las posibilidades de interpretación de la secuencia prehistórica, aunque las tres campañas de excavación llevadas a cabo hasta ahora nos permiten realizar una primera aproximación.
Por el momento no se ha hallado ninguna unidad habitacional completa, si bien se han registrado diversos tramos de muros de mampostería asociados a pavimentos, sobre los que en algún caso se ha localizado un amplio conjunto de artefactos cerámicos, líticos, óseos y metálicos relacionados con las principales actividades productivas de carácter doméstico que se llevarían a cabo en su interior. En varias de ellas se han encontrado también estructuras que interpretamos como áreas de almacenamiento para vasijas y recipientes cerámicos y también hogares de forma circular, elaborados con barro, en los que se encuentran abundantes restos de cenizas y señales de rubefacción.
En la zona donde se ha podido documentar con mayor detalle la secuencia estratigráfica correspondiente a este momento se aprecia la existencia de al menos cuatro pavimentaciones sucesivas, correspondientes a otras tantas viviendas superpuestas, cuyos pisos se intercalan con niveles de acumulación de escombros correspondientes al derrumbe de las paredes de las casas. De acuerdo con los resultados que han proporcionado las primeras dataciones radiocarbónicas realizadas sobre muestras de vida corta, la ocupación de esta zona del cerro estaría comprendida cronológicamente entre c. 1900 a.C. y c. 1500 a.C.

Ocupación de época emiral (s. VIII-IX d.C.)
La existencia de materiales arqueológicos de época emiral en el Cabezo Pardo permitió, hace ya algunos años, identificar este lugar con el Tall al-Jattab mencionado por el geógrafo al-‘Udri. Según este autor, se trataría de una de las alquerías que Teodomiro entregó en calidad de dote con motivo de la boda de su hija con el fundador del linaje de los Banu-Jattab, una familia que acabaría cobrando una gran relevancia política en los siglos venideros en esta zona de la Península. Los datos recogidos hasta ahora en las campañas de excavación realizadas nos permiten proponer que el poblado citado en sus textos por al-‘Udri estaría integrado no sólo por las casas que se alzaban sobre la cima del Cabezo Pardo sino también por las que ocupaban la cima amesetada del cercano Cabezo de las Fuentes, ya en el Término Municipal de Granja de Rocamora. Hasta la fecha, la única unidad habitacional registrada perteneciente a estos momentos corresponde a una vivienda de gran tamaño, de la que se han podido documentar tres de los muros que la delimitaban. Éstos, elaborados con argamasa y mampostería, aprovechan en algunos tramos sillería y bloques tallados sin duda procedentes de edificios más antiguos, de época tardorromana, cuya localización por el momento ignoramos.

El conjunto de estructuras emirales localizado se completa con el hallazgo en la reciente campaña de excavaciones de 2008 de una sepultura (Tumba 2) que nos ha deparado interesantes sorpresas. Este enterramiento localizado al suroeste de la citada habitación, consistía en una fosa excavada en el sedimento cuyas paredes iban revestidas de forma irregular con algún tipo de arcilla de color amarillento y bloques medianos de piedra. En ella se halló el esqueleto inhumado de una mujer adulta, según nos ha confirmado un primer estudio antropológico, la cual guardaba una postura en decúbito supino con las manos replegadas a la altura del vientre, reconociéndose aparentemente un claro ritual cristiano. La posible pervivencia de tradiciones funerarias cristianas entre una población claramente sometida al control político yundí nos abre una importante línea de investigación sobre cómo fueron los inicios de las relaciones que se establecieron entre la población hispana de los s. VII-VIII y las nuevas gentes llegadas del Norte de África.